ActualidadEmocionesPAZ

¿QUÉ TE LLEVARÍAS?

Horror, terror, dolor, tristeza, miedo, agobio, supervivencia, incertidumbre… ¿Con cuántas palabras podríamos describirlo?; ¿Cuántas personas estarán pasando frío, hambre y sueño?; ¿Qué podemos hacer?; ¿De qué disponen?; ¿De qué disponemos?; ¿Cuántas personas estarán muriendo diariamente?; ¿Cómo se puede solucionar esto?; ¿Cómo nos afecta esto a nosotros?; ¿Cuándo acabará esta pesadilla?; ¿Cómo acabará esta pesadilla?…

Existen muchas maneras de describir la actual situación en Ucrania. Y también rondan en nuestras cabezas muchas preguntas sin respuesta. Los bombardeos, las huidas repentinas, el sufrimiento… Miles de personas inocentes han tenido que abandonar sus hogares para huir de su país lo antes posible sin rumbo fijo, sabiendo que probablemente no lo volverán a ver jamás. Cada instante que pasa, cada minuto, cada segundo… miles de personas están huyendo o muriendo con la esperanza de escapar vivos.

Imaginaos hoy tranquilamente en vuestras habitaciones: estudiando, jugando a la videoconsola, viendo la televisión, leyendo, grabando un tik tok… y de repente os dicen que recojáis lo imprescindible para marcharos porque caerán bombas de un momento a otro.

Me imagino a mí misma en esa situación, en mi propia habitación recibiendo la terrible noticia, mirando a mi alrededor (mi hogar). A punto de dejar todo lo que tengo y conozco para enfrentarme a lo que se me viene encima; asustada, enfrentándome a un futuro que no sé si tendré; aterrada, sabiendo que el lugar donde he vivido podría desvanecerse en instantes; triste, aferrándome a la única opción que me queda, la esperanza de salir con vida.

No sólo estaría a punto de abandonar una habitación, una casa o un establecimiento insignificante de no sé cuantos metros cuadrados. Estaría a punto de abandonar toda una vida construida durante muchos años formada por recuerdos y momentos. Estaría a punto de abandonar mi país, mi ciudad, el lugar donde nací y todos mi seres queridos. Y ese lugar estaría apunto de ser destruido sin merecerlo. Al igual que muchos de sus habitantes. Puede que para el “Señor” Putin, estos factores sean insignificantes, puede que nosotros seamos hormigas para él o que el número de muertes sea solo eso, “un número”. Los bombardeos a los hospitales, guarderías, escuelas… Pero no para nosotros. Todo aquel que sufra en esta guerra es importante, al igual que para él sólo es importante el poder.

¿Qué me llevo?
En ese momento de caos y prisas no veo que podría llevarme más que lo imprescindible: ropa, mantas, algo de comida y agua… Si yo pudiese, cargaría con mi cuarto entero, lo metería en una mochila y lo llevaría sobre mi regazo hasta la muerte. También me gustaría mirar mi habitación una vez más y despedirme de ella como es debido. Pero la arena corre y se desliza rápidamente por el reloj de la vida. No hay tiempo para entretenerse.

En mi estantería (a simple vista) tengo algunas fotos. En una de ellas aparezco con mis amigas cuando tenía cuatro años. Era el cumpleaños de mi mejor amiga, una fiesta pequeña y familiar donde pude apreciar abundante felicidad y risas. Nos cogieron en brazos a las tres chicas, nos colocaron cada una en un columpio y nos pusieron gafas de sol. Todavía puedo sentir la dulce brisa de aquel verano caluroso.

En otra aparezco con mis padres y Minnie Mouse en Disneyland Paris. Tenía el alma cargada de sueños infantiles y sobrepasaba la felicidad al ver llegar en persona a uno de mis personajes favoritos de Disney. Recuerdo cómo me estrujó entre sus brazos, yo a mis cinco años sin dar crédito de lo que veían mis ojos. En la siguiente aparezco un poco más mayor, tenía siete años y estoy con mis dos hermanos recién nacidos. Ambos me miraban con profunda fascinación y yo, con los ojos como platos veía a dos niños y un futuro por descubrir juntos.

Y la última (no menos importante). Mi familia al completo, más sonriente y radiante que nunca. Conservo estos inolvidables recuerdos como regalos del universo, no me imaginaría la vida sin ellos y no querría que desapareciesen nunca. Cogería todas esas fotos y me las llevaría conmigo para jamás olvidarlos y animarme en los peores momentos.

Sin duda también llevaría conmigo mi primer peluche, una mariposa. Puede llegar a parecer insignificante. Pero ese peluche, era el que me daba seguridad por la noches antes de dormir, el que me regalaba sensación reconfortante y al que me aferraba cuando tenía miedo. Puede que vaya a revivir esa sensación de miedo y lo eche en falta sino me lo llevo. Lo aferraría entre mis brazos para no sentirme tan sola.

Y por último, me llevaría algún cuaderno y bolígrafos. Para que, pase lo que pase, nunca deje de hacer lo que más me gusta: escribir. Para seguir expresando mis emociones y sentimientos a través de las palabras, como mejor se me da. Para desahogar mis duras penas derrochando tinta sobre un papel que dará sentido a mi vida. Y para dejar pruebas escritas sobre una guerra que pasará a ser historia (espero) e imagino, que será una guerra sobre la que futuros historiadores querrán obtener información.

Pero sobretodo; me llevo conmigo la vida, las ganas de vivir, la oportunidad de seguir viviendo (una oportunidad que no todo el mundo tiene en las guerras), los recuerdos, los momentos vividos, las emociones experimentadas, el aura de reconforte que ha estado envolviendo mi hogar todos estos años, la fuerza y sobretodo la esperanza.

Todo esto, es algo que nosotros tenemos. Es algo mucho más importante y valioso que cualquier ganancia económica que puedan obtener. Va por encima de lo material, y es imposible que lo pueda ver alguien que no tiene corazón. Como dice Saint Éxupéry: <<Sólo se ve con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos >>

Sabrina Castellano Martín 3º ESO-E